No siempre estamos
preparadas/os para afrontar el dolor, lo cual origina que se presenten
emociones tan intensas que nos desestructuran y si no logramos gestionarlas
adecuadamente, terminan en nuestro interior y buscan otras formas de expresión,
incluso mediante alteraciones de la salud física.
Al hablar de pérdida, es muy difícil encontrar que puede haber un beneficio en
ello; la misma idea es tan chocante que incomoda, mortifica y enoja; sin
embargo, si se habla de cambiar, modificar o transformar se puede dar cabida a
la idea de que siempre que se pierde algo, también se gana algo. Perder
implica un cambio, una transformación del transcurso de los sucesos, la
modificación del curso de lo planeado, la capacidad de enfrentar lo imprevisto.
No es fácil perder, no nos lo han enseñado, mucho menos que la pérdida
pueda ser algo positivo. La pérdida origina frustración, ira, tristeza, pena,
incluso melancolía por lo que hemos perdido. La sociedad nos ha inculcado
frases como “no llores”, “no estés triste”, “no te enojes”; sin embargo, es
necesario llorar si el cuerpo así lo pide, es necesario transitar por la
tristeza, por el enojo, por el dolor; la persona en pérdida ha de adaptarse al
cambio mediante el duelo. Elaborar el duelo implica resignificar el dolor y,
por lo tanto, realizar un cambio.
El dolor, la ira, la tristeza, aunque sean experiencias duras, son sanas y
necesarias. Si es así, ¿por qué nos genera ansiedad una pérdida? Cuanto
antes se le dé paso al duelo, más pronto empezará la fase de cambio y
adaptación. La intensidad, la duración y las características de este duelo
dependen de la pérdida y de nuestra disposición a ser conscientes de que
estamos viviendo un proceso de duelo y transitando el proceso a un cambio. El
trayecto puede parecer difícil o lento; sin embargo, si la ansiedad aparece,
conviene cambiar también nuestra percepción del momento, confiar en que es
parte del proceso y no el destino final.
Es importante no ignorar las pérdidas que son parte de la vida: esta es un
constante cambio con las respectivas fluctuaciones emocionales pero con
múltiples oportunidades para resignificar el dolor, solo hay que darnos el
permiso para sentirlas sin temor, observarlas y canalizarlas de forma sana,
incluso, buscando el acompañamiento profesional para lograrlo.
La ansiedad puede presentarse durante el duelo, se pueden experimentar
sentimientos de negación ante la realidad de la pérdida y, aunque es
algo natural, necesitamos un tiempo de asimilación de lo ocurrido. Es
importante darle nombre a lo ocurrido, verbalizarlo, rodearse de redes que nos
contengan para poder reconocer que esa muerte conlleva un gran cambio, una
transformación. Los rituales de despedida favorecen la adaptación.
La ansiedad surge del desgarro emocional que se siente tras el
fallecimiento de esa persona querida; es la reacción normalmente esperada por
el miedo a dejarse sentir el dolor o por querer fungir
como sostén emocional para las personas que estén muy afectadas,
evitando expresar de manera compensatoria las propias emociones, lo
que resulta en mayores montos de ansiedad.
Al buscar seguir conectada/o con esa persona como si estuviese viva,
imaginando constantemente cómo sería ahora, cuántos años tendría, cómo
actuaría, etc, se incrementa la ansiedad. En la medida en que el proceso
de duelo transcurre, se inicia el camino que supone aceptar momento a
momento la pérdida y da lugar a que la vida, la propia vida,
continúe.
La ansiedad es una de las maneras en que se manifiesta la culpa por seguir
viviendo; en general, por darse permiso de disfrutar la propia vida, a pesar de
que una persona muy importante y querida ya no está presente. La
mayoría de las personas con ansiedad creen que honran esa muerte si
cargan el dolor para siempre, «enterrándose» en vida con las consiguientes
manifestaciones de ansiedad y depresión.
Resulta necesario sentir y dejar fluir las emociones que se mueven en nuestro
interior cuando fallece alguien amado, darnos tiempo para estructurar nuestros
sentimientos, expresarlos, darnos el tiempo necesario para procesar el cambio.
No es adaptativo pensar que la vida es estable, hemos de tener presente
que la vida está llena de cambios, algunos los escogemos, otros suceden
inesperadamente, pero la vida es eso, un constante cambio y una constante
adaptación a estos cambios.
Escapar de lo que nos duele conduce al sufrimiento. Así, lo que podía ser un
duelo sano y necesario para crecer, se convierte en trastornos de ansiedad,
miedos, depresión, aislamiento, angustia, dificultades sociales, etc. La
persona sana es aquella que no intenta escapar del dolor, sino que
sabiendo que ocurrirá, intenta gestionarlo sin el temor de que la ansiedad nos
haga perdernos en la pérdida.
5 consejos para superar la muerte de un amigo La muerte de un amigo puede trastocarnos toda nuestra vida si no sabemos manejar bien la situación. La clave para superar el duelo es no olvidarte de ti mismo y seguir estas recomendaciones lo mejor que puedas. Despídete de él como es debido En el momento inmediatamente posterior a la muerte de alguien tan cercano como un amigo íntimo, nuestra mente puede llegar a bloquearse y no aceptar la realidad. Intenta mantenerte fuerte durante todo el proceso y sé consciente de que te tienes que despedir de él. De lo contrario cuando todo pase tendrás la sensación de no haberle dado la despedida que se merecía.Ve a su funeral y pasa todo el tiempo que necesites a su lado y no te quedes en casa sin reaccionar. Habla de tus sentimientos con tus otros amigos Tus amigos estarán pasando por una situación similar a la tuya. Aprovecha eso y habla con ellos. Explícales cómo te sientes y llora si es necesario, no es el momento de ir de duro.Ayudaros mutuament...